Alfredo Gálvez: “Conocer a Cerati en persona era un anhelo especial por lo identificado que me sentía con su música y estilo para cantar. Y un día ocurrió”.
Te mostramos todas las anécdotas que le ocurrieron al locutor de Radio Oxígeno, Alfredo Gálvez, al conocer a Gustavo Cerati, en 2003.
El 11 de agosto Gustavo Cerati habría cumplido 60 años. Esta foto corresponde al 30 abril 2003, cuando Gustavo aún tenía 43 años y vino a Lima a presentar su disco "Siempre es hoy", en lo que sería un concierto memorable. Fue la primera vez que le estreché la mano y conversamos un rato.
Había visto a Cerati junto a Soda Stereo en el Coliseo Amauta para su debut en Lima, en noviembre de 1986. Conocerlo en persona era un anhelo especial por lo identificado que me sentía con su música y estilo para cantar. Y un día ocurrió.
Eran pasadas las 10 de la mañana cuando recibí la llamada de un amigo empresario de eventos quien, con su característico tono de voz monocorde, algo ronco y sarcástico me dice: – Oye compadre, ¿vas a ir al concierto de este pata de Soda Stereo ahora en la noche?. Lamenté la manera poco entusiasta como se refirió a Cerati pero sin hacer mayor comentario respondí – Al de Gustavo Cerati te refieres, por supuesto, ya tengo mi entrada– respondí. Lo siguiente fue un sonido soso y desanimado de su parte –Aaahhhhhhhh –exclamó. Luego de ello se produjo un misterioso silencio que fue roto con una pregunta, en tono parecido al que se usa cuando quieres proponer una travesura, –Oye... ¿Y no quieres conocerlo?. Me quedé mudo, se me abrieron los ojos sin que él pudiera verlos.
Al comienzo pensé que estaba bromeando, pero de inmediato recordé que era un hombre de muchos contactos en el negocio del entretenimiento y quizá hablaba en serio. –¿Cómo es eso?– respondí interesado pero aún en duda por la propuesta. –Es que me han pedido que ayude con unas cosas para su show y estoy acá en el hotel donde se hospeda y tengo que encargarme de que lo lleven a almorzar, a la prueba de sonido y una vainas más; ¿no quieres venir a conocerlo? -me repitió. –Alguna vez me comentaste que eras fan de Soda, así que por eso te paso la voz– concluyó.
Una corriente eléctrica de emoción me atravesó de inmediato. Acordamos el lugar y la hora. La idea era encontrarlo cuando abandonara su habitación y poco antes de subir a la camioneta que lo iba a trasladar. Llegué pasada la una de la tarde al lobby del Swisshotel, en San Isidro, con mi disco en una mano, una cámara de fotos de bajo calibre en la otra. No existían los smartphones con cámara HD aún. Saludé afectuosamente a mi amigo, agradeciéndole la oportunidad de estar ahí. Pocos fans merodeaban el hotel sin haber logrado ingresar, pero sí había un grupo de aproximadamente 10 personas en el interior esperando a este músico que empezó su carrera, no oficial, en un grupo coral estudiantil del que después se hizo la voz principal.
De pronto se abrieron las puertas del ascensor y salieron de él un hombre fornido de terno oscuro, corbata roja y un cinturón a punto de reventar, tras su voluminosa anatomía, dos jóvenes que tomaron rumbos diferentes pero a prisa, y al final un hombre alto, de lentes oscuros, pelo rizado, casaca de jean y un morral negro. Serio, circunspecto y distraído, esa fue la primera impresión que me dio Cerati a segundos de verlo.
–Anda pues huevón –espetó mi amigo al ver que yo no reaccionaba frente a la situación. Me acerqué. –Gustavo, qué tal, mucho gusto, soy Alfredo, los vi en el 86 en el Amauta y luego para la gira del Signos. Qué bueno que hayas vuelto. Por aquí mucha gente te quiere –le dije mientras le extendía la mano para saludarlo. –Buena gira. Perú siempre es fabuloso, me tratan de maravilla– fue su respuesta. –¿Puedes firmarme el disco por favor?– le dije mientras trataba de sacar la portada desplegable del "Siempre es hoy". Cuando contemplaba mi torpeza para sacar con fluidez la tapa atrapada entre las pestañas que traían los viejos CD's, Cerati me pregunta –¿Lo compraste recién? No, respondí, –Lo tengo hace un buen rato, pero lo cuido mucho, me parece un gran trabajo, te felicito –le dije sonriendo y acercándole por fin el impreso donde aparece en primer plano su rostro.
El ex Soda se apoyó en una mesa cercana, firmó y me lo dio de vuelta. –¿Querés una foto? –Me preguntó al verme con la cámara. Por supuesto que quería una foto, no solo una, varias; quería ir con él a almorzar para hablar de música; que me cuente anécdotas; quería acompañarlo a la prueba de sonido, al concierto y al resto de la gira. Entregué a mi amigo la gastada cámara que llevaba para la respectiva postal. Me puse al lado del creador de las canciones más importantes del rock sudamericano; un abrazo para la posteridad y estamos listos. Pero algo pasaba, mi amigo no entendía cómo usar la cámara. Primero, fue tomando distancia para un mejor encuadre, mientras balbuceaba –A ver, vamos a ver. Entonces aproveché para preguntarle a Cerati mientras tomábamos posición –¿Y se siente raro estar de gira solo después de tantos años con Zeta y Charly? –Este es otro momento y la verdad esto lo estoy disfrutando mucho –me respondió con una media sonrisa.
–¿Oe, cómo funciona esta vaina? gritó a lo lejos mi amigo con la cámara. Me disculpé con Gustavo, corrí a explicar el funcionamiento del armatoste que utilizaba aún los viejos rollos Kodak y requería la manipulación de una palanca para que pueda disparar la toma. Cerati permaneció de pie, mirando la escena con una mueca. Volví a la posición de la foto; otra vez abrazo para la posteridad y una frase sarcástica del músico –Gracioso el gordito eh, alta tecnología. –murmuró. Por fin la cámara se disparó. Solo rogaba que la toma haya sido buena, que el gordito haya encuadrado bien, que el rollo no se vele, que pueda revelarla sin darme con una triste sorpresa; cuándo iba a volver a tener una foto con Cerati.
Me acerqué para decirle gracias totales, estrecharle la mano y despedirme –¿Vos vas esta noche? me dijo. –Por supuesto, ya tengo mi entrada – le repliqué orgulloso. –Ahí nos vemos entonces, que lo disfrutes. Me quedé clavado en ese posición mientras veía alejarse al gran Cerati para su encuentro con los pocos fans que seguían fuera del hotel, esperando para tomarse una foto con él antes de subirse a la van color blanco de lunas polarizadas que lo esperaba ya en la puerta. Les dejo el recuerdo de ese momento. Gracias a Dios, el gordito, que hoy ya no lo es, encuadró bien y la foto se reveló sin inconvenientes. Este es un recuerdo que valoro mucho y me provocó compartirlo con ustedes. Feliz cumple Gus donde quiera que hoy estés. Gracias por la foto.